
A José Luis Cardona. A manera de despedida.
Hay cosas importantes que casi nunca se dicen en la convivencia cotidiana, reconocimientos que no se hacen o flores que no nos aventamos entre nosotros por no pecar de aduladores de nuestro propia gente, tal como sucede entre los miembros de una familia para con el trabajo de la madre o del padre, o entre parejas. Recuerdas cómo tomábamos rumbo al IMER con la convicción de que todo saldría bien, que pasara lo que pasara, todo estaría bien. “Mis amigos son fregones, con ellos bien podría conquistar el mundo” le presumía a alguien hace poco, “pero no somos pretenciosos, por eso no lo hacemos” añadía. Fuimos un gran equipo, funcionamos “como una banda de rock” dice Fausto, tal vez por eso no hacía mucha falta decirse ciertas cosas, ya hay códigos internos entre nosotros, ya sabemos qué quiere el otro. Caminar junto a ti se hacía de manera orgullosa, daba mucha seguridad. Del mismo modo que continuaré caminando al lado de estos amigos que construimos esta aventura radiofónica llamada Roles y Rolas.

También se calla tu voz, esa voz que platicaba muy sabroso y que estallaba en carcajadas en cada una de las bromas que soltábamos antes, durante y después de cada programa. Recuerdo que tu personalidad amable, gentil y generosa, entre muchas otras virtudes, te ganaba muchas simpatías. No obstante, tenías tu otro lado, el sarcástico, el intolerante con lo que no estaba bien, con la estupidez y los gandallas. Creo que buena parte del pegamento que hizo cohesión en este equipo fueron las profundas convicciones que compartimos, nuestra visión de este mundo.
Hoy, compañero, amigo Cardona, nos haces falta. Este y todos los Roles y Rolas son para ti.
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